Estamos a unas semanas de las fiestas más entrañables del año y, como cada año, me gusta mostraros un dulce diferente. El año pasado preparé unas deliciosas galletas de vainilla llamadas Vanillekipferl y este año os traigo el sabor y olor de la Toscana, más concretamente de Siena, donde este dulce no puede faltar en sus mesas acompañado de un vino dulce.
El Panforte o Pan fuerte como podéis imaginar es consistente y muy energético pues combina frutas y frutos secos, distintas especias y harina con un caramelo hecho con azúcar y miel en el que se disuelve chocolate. Todo ello se mezcla bien, se hace una masa compacta, se hornea y cuando está frío, se espolvorea con abundante azúcar glas.
Este Panforte, se disfruta en pequeñas porciones en las sobremesas navideñas y, aprovechando que hace pocos días que he aterrizado de visitar esas tierras toscanas, este año os traigo un dulce distinto que llamó mi atención, sobre el cual no dudé en informarme. Así que, aprovechando que se acercan estas fiestas y que estoy empapada de espíritu navideño, si me lo permitís, os voy a contar una historia...
"Se sentía satisfecho con su vida y con los logros conseguidos. Durante su juventud, siempre había aspirado a esto: un trabajo estable, unos hijos buenos y sanos y una esposa a la que adoraba. Su vida juntos transcurría sin muchos altibajos, de lunes a viernes trabajaba en una buena empresa que le permitía llegar a fin de mes y ambos llegaban tarde a casa después de sus respectivas jornadas laborales y de haber recogido a sus hijos en casa de sus padres.
Al llegar a casa, los primeros en ir al baño eran los niños. Ellos, mientras, recogían sus ropas usadas ese día y organizaban la del día siguiente.
El siguiente en tomar su merecido baño era él, mientras su esposa les dedicaba unos minutos a los niños entre risas y alguna que otra discusión normal a estas edades. Cuando él salía del baño, era el momento de ella (lo disfrutaba al máximo) y, aunque sabía que eran pocos minutos, pero eran sus minutos.
Mientras su esposa tomaba el baño, él leía la prensa sentado en su sillón y alrededor jugaban los niños sin hacer mucho ruido para no molestarlo, sabía que cuando su esposa estuviera lista, lo llamaría para preparar la cena.
Lo tenían todo muy organizado, incluso los fines de semana, alguna cena con amigos o incluso solos, el partido del domingo, la visita a sus padres y vuelta a empezar.
Se podía decir que era feliz, tenía todo lo que había soñado y se sentía un privilegiado, pero hacía algún tiempo que notaba un vacío, no sabía a qué era debido y no le hacía demasiado caso, pero de vez en cuando aparecía y se desvanecía como la espuma que forman las olas al romper y le hacía sentirse molesto durante unos instantes.
Esa noche era como cualquier otra, su esposa estaba en el baño, él en su sillón y sus hijos jugando alrededor del árbol de Navidad cuando llamaron al timbre. Se levantó a regañadientes preguntándose quién podría ser a esas horas, abrió y no vio a nadie, cerró la puerta y en el momento en que se volvía a su sillón, el timbre volvió a sonar, se giró, abrió para no ver a nadie de nuevo, así sucesivamente hasta que sonó una cuarta vez. Pensó en no abrir, estaba muy enfadado, pero oyó un ruido al otro lado de la puerta, giró el pomo enérgicamente y abrió de nuevo la puerta.
Al otro lado, vio una enorme sonrisa envuelta por un rostro feliz acompañada de unas tremendas carcajadas que aún le hicieron enfurecerse más.
- ¿Qué quieres?, preguntó.
- Nada, respondió el niño con su enorme sonrisa.
Él se asomó a buscar a sus padres, pero se dio cuenta que estaba solo.
- ¿Y tus padres?
- ¿Y los tuyos?, le respondió.
- En su casa supongo, le respondió al niño casi gritando.
Él miraba al niño y le resultaba familiar, pero no lo ubicaba con nadie conocido.
El niño lo miró a los ojos y su cara entristeció al darse cuenta de su enfado y de que realmente no lo reconocía.
- Mira señor mayor, soy tu niño interior, ese niño que hace mucho escondiste en tu vida perfecta y al que últimamente echas en falta, soy esa chispa, esa alegría que se siente cuando vas a hacer cosas nuevas que te llenan, esas risas que deberías vivir jugando con tus hijos, pero claro, no tienes tiempo para mí al igual que no lo tienes para ellos, eres viejo sin serlo, solo porque un día me ocultaste y ya nunca me has permitido salir y hoy estoy aquí solo para decirte que te echo de menos, que quiero salir y que sé que tú también me echas de menos a mí y que juntos volveríamos a tener esa chispa y esa alegría que a los dos nos falta. Por favor, no dejes que me apague, recupérame y entremos en casa, aquí fuera hace mucho frío.
Él, ahora sí con una sonrisa que hacía tiempo no le asomaba, le tendió la mano y en ese mismo momento comprendió cuánto lo había echado de menos.
Una vez en el interior, apareció su esposa que lo llamaba, le preguntó quién era quien tan insistentemente llamaba, a lo que él respondió que se habían equivocado, apretó su mano para cerciorarse que su niño interior aún estaba ahí, miró hacia abajo, los dos se miraron, sonrieron y se abrazaron para entrar en el salón y tirarse en plancha sobre la alfombra y gritar:
- Ho - ho - hooooo, ha llegado la Navidad niños".
Panforte o Pan fuerte.
Ingredientes:
Una vez bien fríos, sacamos de los aros y espolvoreamos con azúcar glas.
Con esta entrada quiero desearos FELIZ NAVIDAD y que nunca, nunca abandonemos a nuestro niño interior.
Espero que os haya gustado 😊, disfrutad mucho de estos días y saborear cada momento junto a vuestros seres queridos.
Un beso enorme de 💗.
El Panforte o Pan fuerte como podéis imaginar es consistente y muy energético pues combina frutas y frutos secos, distintas especias y harina con un caramelo hecho con azúcar y miel en el que se disuelve chocolate. Todo ello se mezcla bien, se hace una masa compacta, se hornea y cuando está frío, se espolvorea con abundante azúcar glas.
Este Panforte, se disfruta en pequeñas porciones en las sobremesas navideñas y, aprovechando que hace pocos días que he aterrizado de visitar esas tierras toscanas, este año os traigo un dulce distinto que llamó mi atención, sobre el cual no dudé en informarme. Así que, aprovechando que se acercan estas fiestas y que estoy empapada de espíritu navideño, si me lo permitís, os voy a contar una historia...
"Se sentía satisfecho con su vida y con los logros conseguidos. Durante su juventud, siempre había aspirado a esto: un trabajo estable, unos hijos buenos y sanos y una esposa a la que adoraba. Su vida juntos transcurría sin muchos altibajos, de lunes a viernes trabajaba en una buena empresa que le permitía llegar a fin de mes y ambos llegaban tarde a casa después de sus respectivas jornadas laborales y de haber recogido a sus hijos en casa de sus padres.
Al llegar a casa, los primeros en ir al baño eran los niños. Ellos, mientras, recogían sus ropas usadas ese día y organizaban la del día siguiente.
El siguiente en tomar su merecido baño era él, mientras su esposa les dedicaba unos minutos a los niños entre risas y alguna que otra discusión normal a estas edades. Cuando él salía del baño, era el momento de ella (lo disfrutaba al máximo) y, aunque sabía que eran pocos minutos, pero eran sus minutos.
Mientras su esposa tomaba el baño, él leía la prensa sentado en su sillón y alrededor jugaban los niños sin hacer mucho ruido para no molestarlo, sabía que cuando su esposa estuviera lista, lo llamaría para preparar la cena.
Lo tenían todo muy organizado, incluso los fines de semana, alguna cena con amigos o incluso solos, el partido del domingo, la visita a sus padres y vuelta a empezar.
Se podía decir que era feliz, tenía todo lo que había soñado y se sentía un privilegiado, pero hacía algún tiempo que notaba un vacío, no sabía a qué era debido y no le hacía demasiado caso, pero de vez en cuando aparecía y se desvanecía como la espuma que forman las olas al romper y le hacía sentirse molesto durante unos instantes.
Esa noche era como cualquier otra, su esposa estaba en el baño, él en su sillón y sus hijos jugando alrededor del árbol de Navidad cuando llamaron al timbre. Se levantó a regañadientes preguntándose quién podría ser a esas horas, abrió y no vio a nadie, cerró la puerta y en el momento en que se volvía a su sillón, el timbre volvió a sonar, se giró, abrió para no ver a nadie de nuevo, así sucesivamente hasta que sonó una cuarta vez. Pensó en no abrir, estaba muy enfadado, pero oyó un ruido al otro lado de la puerta, giró el pomo enérgicamente y abrió de nuevo la puerta.
Al otro lado, vio una enorme sonrisa envuelta por un rostro feliz acompañada de unas tremendas carcajadas que aún le hicieron enfurecerse más.
- ¿Qué quieres?, preguntó.
- Nada, respondió el niño con su enorme sonrisa.
Él se asomó a buscar a sus padres, pero se dio cuenta que estaba solo.
- ¿Y tus padres?
- ¿Y los tuyos?, le respondió.
- En su casa supongo, le respondió al niño casi gritando.
Él miraba al niño y le resultaba familiar, pero no lo ubicaba con nadie conocido.
El niño lo miró a los ojos y su cara entristeció al darse cuenta de su enfado y de que realmente no lo reconocía.
- Mira señor mayor, soy tu niño interior, ese niño que hace mucho escondiste en tu vida perfecta y al que últimamente echas en falta, soy esa chispa, esa alegría que se siente cuando vas a hacer cosas nuevas que te llenan, esas risas que deberías vivir jugando con tus hijos, pero claro, no tienes tiempo para mí al igual que no lo tienes para ellos, eres viejo sin serlo, solo porque un día me ocultaste y ya nunca me has permitido salir y hoy estoy aquí solo para decirte que te echo de menos, que quiero salir y que sé que tú también me echas de menos a mí y que juntos volveríamos a tener esa chispa y esa alegría que a los dos nos falta. Por favor, no dejes que me apague, recupérame y entremos en casa, aquí fuera hace mucho frío.
Él, ahora sí con una sonrisa que hacía tiempo no le asomaba, le tendió la mano y en ese mismo momento comprendió cuánto lo había echado de menos.
Una vez en el interior, apareció su esposa que lo llamaba, le preguntó quién era quien tan insistentemente llamaba, a lo que él respondió que se habían equivocado, apretó su mano para cerciorarse que su niño interior aún estaba ahí, miró hacia abajo, los dos se miraron, sonrieron y se abrazaron para entrar en el salón y tirarse en plancha sobre la alfombra y gritar:
- Ho - ho - hooooo, ha llegado la Navidad niños".
Panforte o Pan fuerte.
Ingredientes:
- 250 gr de frutas secas, pasas, arándanos secos, orejones (albaricoques secos)...
- 200 gr de higos secos.
- 70 gr de almendra molida tostada.
- 25 gr de nueces peladas.
- 125 gr de avellanas peladas tostadas.
- 60 gr de harina.
- 60 gr de azúcar.
- 110 gr de miel.
- 1 cdta (café) de canela en polvo.
- 1 cdta rasa de pimienta negra.
- 1 cdta rasa de jengibre.
- 1/2 cdta de nuez moscada.
- 30 gr de cacao en polvo
- 60 gr de chocolate negro al 70% de cacao.
- Azúcar glas para decorar.
- Primero que nada, enciende el horno a 150º, pesa y prepara todos los ingredientes, así te será más fácil su elaboración.
- Ponemos una satrén en el fuego y tostamos la almendra molida hasta que adquiera un tono dorado, el fuego que sea moderado no sea que se queme y entonces amargará el dulce, reservamos y dejamos que enfríe.
- Trituramos todas las frutas secas (pasas, orejones, arándanos) que queden bien triturados, como una pasta, si queda algún trozo pequeño, no pasa nada.
- Ahora trituramos los higos que antes le habremos cortado los rabos, estos deben quedar en trozos más grandes.
- También trituraremos o partiremos en trozos pequeños las nueces peladas.
- Haremos lo mismo pero con trozos algo más grandes con las avellanas.
- Cogemos un cazo e introducimos el azúcar junto a la miel, preparamos un caramelo a punto de bola ( dejamos que se mezcle y unan los ingredientes hasta que se dore, para saber que está a punto de bola, basta con echar una gota en un vaso de agua y que se forme una bola en el fondo). Separamos del fuego, dejamos dos minuto que repose.
- Durante esos dos minutos, en un bol grande, ponemos todos los ingredientes anteriores y además el cacao, la harina y todas las especias (canela, pimienta negra, jengibre y nuez moscada), lo mezclamos todo muy buen, es una masa basta pero hay que trabajar con las manos bien lavadas.
- Una vez pasado los dos minutos, le añadimos al caramelo, el chocolate, lo mezclamos bien hasta que se disuelva y se integre al caramelo.
- Añadimos este caramelo con chocolate al bol donde tenemos todos los ingredientes y es aquí donde hay que mezclar bien todo para que el caramelo se vaya mezclando con todo lo anterior.
- Una vez tenemos todo mezclado, forramos la bandeja de horno con papel vegetal, untamos tres aros de emplatar de 10cm de diámetro y vamos llenándolos con la masa que tenemos, presionando con los dedos para que quede compacta.
- Una vez llenados los moldes, los llevamos al horno y los horneamos unos 30 minutos.
- Sacamos del horno y dejamos enfriar por completo, sacamos estas tortas compactas de los aros, presionamos con mucho cuidado hacia abajo y poco a poco, verás como va cediendo y sale sin problemas.
- Una vez desmoldados y fríos, los cubrimos con abundante azúcar glas, es importante que estén fríos ya que el azúcar sí está caliente adquiere un tono parduzco.
Espero que os haya gustado 😊, disfrutad mucho de estos días y saborear cada momento junto a vuestros seres queridos.
Un beso enorme de 💗.
Hola Merche !
ResponderEliminarEstupendo relato lleno de verdad . Jamás deberíamos ignorar a ese niño que nos habita , porque sin él , matamos la ilusión y la esperanza . Me ha encantado !!!
La receta igualmente es una maravilla asi como las fotos .
Gracias por estos regalos y disfruta tú también de esos días que se avecinan .
A mi no me gustan mucho por diversos motivos , pero los abrazo a mi manera.
Un besín amiga .
Hola Bego!
EliminarMe alegra mucho que te gusta sabiendo que eres una gran escritora, es todo un privilegio, gracias.
Desconozco esos motivos, pero si los abrazas a tu manera, bien abrazados están.
Sé muy feliz y que nada te borre la sonrisa mi preciosa amiga escritora.
Un besazo enorme
Cuando echamos a nuestro niño interior, estamos casi muertos en vida. Las risas, los juegos, la ingenuidad, la imaginación, la fantasía y el amor sin límites son una necesidad para el adulto que somos. ¡Yo no quiero perderlo nunca!
ResponderEliminarNunca he hecho panforte, Mercedes y creo que esto encantará a Marc y a mis padres. Yo soy menos golosa, pero igualmente me encantará el sabor de un pedacito más pequeño. ¡Delicioso!
Me alegra verte por aquí. Muaccccc
Hola Laura!
EliminarAsí es querida amiga, ese niño nunca debe desaparecer.¡Yo tampoco quiero perderlo!
El Panforte se come a trocitos pequeños, es bastante contundente, aunque en casa uno de ellos desapareció en pocos minutos.
Si te animas, me cuentas.
Muchas gracias y un gran besooooo!
Se acaba... para volver a empezar.
ResponderEliminarCon los ojos doloridos. Hasta el infinito y más allá, siempre.
Bravo!
Hola Fer!
EliminarSeguro que lo que vuelve a empezar es mejor que lo que se acaba, seguro.
Cuídate y ya sabes que hasta el infinito y más allá pero con cabeza, siempre.
Muchas gracias!
Un besote.
Hola ,da gusto leer tus historias y me alegro mucho que aunque sea de vez en cuando nos dejes cosas tan ricas . Que paséis unas felices fiestas y que el próximo año os traiga mucha felicidad. Un abrazo
ResponderEliminarHola Catina!
EliminarMe acuerdo de ti casi todos los días, pero al final pasan y pasan, antes de que lleguen las fiestas, seguro que te llamo para ver cómo estás y para mandarte un besazo.
Me alegra que te guste.
Un besote
Querida Merche, es un placer venir a leer tus recetas, pero cuando la completas con una bonita historia como esta, el gusto es dable. Precioso relato, tan creíble y verosímil que si me dices que es una historia verídica, lo creería. Con este Dulce tan peculiar lleno de sabores deliciosos nos dejas con muy buen sabor de boca.
ResponderEliminarFelices fiestas igualmente para ti, y los tuyos. Espero verte pronto, pero si no es así, disfruta todo lo que puedas. Besitos.
Concha, seguro que nos vemos por aquí antes de que lleguen las fiestas, tengo que ver las delicias que nos preparas, eso no me lo pierdo, pero mientras tanto te agradezco tus bonitas palabras, me alegra que te hayan gustado las dos cosas.
EliminarUn besazo
¡¡Hola Merche!! Me encantan cuando nos haces estos regalos, cuando venimos a leer una receta, y además nos encontramos un relato maravilloso, esta vez con una moraleja muy cierta. Por suerte, en mi interior no hay una niña, creo que son varias, porque me sigue gustando la navidad, me encantan ver las luces navideñas, me sigue gustando el rosa, me encantan las pelis de dibujos animados y sueño con ir algún día a Disneyland (a ver si convenzo alguna vez a mi marido, que esa es otra), sigo haciendo y diciendo tonterías y siempre estoy sonriendo, el día que eso muera, estaré muerta en vida, o realmente me habré ido al otro lado. Estoy contigo, no hay que perder el niño que llevamos dentro.
ResponderEliminarEn cuanto al postre, lo conocía más por las redes que por haberlo probado, que no me importaría nada hincarle el diente, que la pinta es muy rica, y con sabor y olor a navidad. Besitos.
Hola mis niñas! En esto coincido contigo al 100%, me encanta la Navidad, su olor, su ambiente, esa alegría y no solo en estas fechas, creo que somos niñas grandes jeje.
EliminarSeguro que este año se verá cumplido tu sueño de viajar al mundo de los cuentos, ya me contarás...
En cuanto a mi felicitación, me encanta que te encante.
Un besazo a cada una de las niñas que hay en ti.
Hola Merche, tu precioso relato me ha hecho pensar en la niña que llevo dentro,y que dejo se escape a la menor ocasión posible. Gracias de todo corazón por el relato y también por este delicioso panforte que lo acompaña. Eres Genial. Bss
ResponderEliminarLa que eres genial eres tu, siempre con palabras bonitas y amables cargadas de cariño.
EliminarMuchas gracias Sonsoles, no saques a la niña de vez en cuando, debe ir contigo a todas horas y verás la vida de otro color.
Un besazo de corazón.